Del nombre de Mayagiiez ante la filología Aruaca

Del nombre de Mayagiiez ante la filología AruacaHasta el mismo Varrón, con ser el más sabio de los romanos, si le hubiera gustado vivir en nuestros días en que está de moda la lingüística americana (queremos decir, después de Hervás), de seguro que se hubiera reconocido perplejo a la par y atónito al intentar hallar, con respecto a las lenguas indígenas del nuevo continente, origines verborum quae sint locorum, que con tanto primor y profundidad estudió en el Libro Quinto de su famoso, mútilo legado De Lingua Latina.

Porque si bien es cierto de las investigaciones sobre los idiomas de los autóctonos americanos ha cobrado colosal impulso en los últimos tiempos, y pueden así hoy precisarse con exactitud casi absoluta, merced a la luces y desvelos de una legión de etnólogos de ambos mundos, la filiación y entronque de los incontables dialectos y subdialectos, así como las características y hasta la zona geográfica probable de los otros troncos lingüísticos autónomos (nos referimos a la glosología suramericana cisandina), es también otra realidad científica que en punto a concordancias, actividades y similitudes, y en general en cuanto a las relaciones de unas lenguas con otras, se requiere la más estricta cautela, y el más exigente timón de buen juicio y sano criterio para guardarse de señalar y menos de establecer parejuras y analogías interdialectales mientras no puedan éstas sostenerse, no en el aspecto exterior u homófono sonsonete de los respectivos vocablos, sino en la estructura, razón de ser y fases y accidentes gramaticales de los mismos.

Pero si con tales prevenciones hay que penetrar en el dédalo de la filología americana, mayor ha de ser el recaudo cuandoquiera que se trate de dilucidar el importe semasiológico de las voces geográficas, hijas a las veces del capricho o de circunstancias a que otrora debieron su génesis pero que ya no más existen en la topografía, como apunta Nordenskiold en frases que recuerdan la desolación aquella de que habla Virgilio: Et campos ubi Troja fuit… Tales designaciones geográficas están, además, sujetas a variaciones sin cuento, reduplicaciones pleonásticas, intercalaciones arbitrarias de letras y de sílabas, degeneraciones temáticas mismas, etc., y suele también con frecuencia entrar en su composición cierta pluralidad de raíces más o menos sinónimas (ya en su forma prístina, ya afectando modalidades ad hoc), sin ulterior alcance, empero, sino con oficio y fines puramente enfáticos. He ahí el espíritu de las lenguas americanas, de cuyas manifestaciones nos hemos ocupado episódica pero largamente en el curso de nuestro Glosario Etimológico Taíno Español.

Del nombre de Mayagiiez ante la filología AruacaDe manera que con los anteriores preámbulos bien pueden hacerse cargo, aún los lectores más alejados de este linaje de disciplinas, de lo que significa pretender aunque sea muy por encima coordinar algunos vagos conceptos en torno a la etimología del apelativo de nuestra ciudad, que se yergue en medio de la provincia donde libraron los aborígenes su último combinado ataque frente a los europeos, y que guarda en sus fastos, que algún día dará a los vientos, con la nota y el coturno que les cuadran, tantos gestos y gestas de espiritualidad y de hidalguía, ya como heraldo del común decoro, ya como faro de orientación nativa, ya como asilo indemne de la cultura. En estas costas de Yagüeca donde velamos con celo el sepulcro de nuestra protohistoria, conservamos también, custodiada por todos, prenda única de honroso porvenir, la cuna de nuestra civilización cristiana.

De que Mayagiiez es voz potamográfica no hay duda. Como nombre de río, del río que riega la ciudad es que entra en nuestros anales con el doble aval de Oviedo y Valdez y Juan de Castellanos, figurando así como si dijéramos en la primera página, en prosa y verso, de la partida de bautismo de América. Después, en el siglo XVII, Laet, guía poco seguro, a lo menos a nuestra corografía occidental, puesto que identifica el Guaorabo, no con Añasco sino con Aguada, menciona a Mayagüez, a lo que parece, como puerto. En cuanto a la grafía, Oviedo deletrea Mayagiiez, en el capítulo I del Libro XVI de la Natural y General Historia, y así traslada también la voz el rapsoda de Alanís en la Elegía VI. El P. Abbad, o por mejor decir, D. Antonio Valladares de Sotomayor, estampa Mayagues, sin diéresis y con s final y sin acento (en la página 204 de la edición príncipe), aunque bien persuadidos estamos de que ni en la centuria XVIII, ni antes ni después, fue nunca grave el vocablo, ni así lo oyó jamás ni lo escribió Fray Iñigo.

Un número no corto de hipótesis y subhipótesis, de lo que hoy llamaríamos “posibilidades” etimológicas, sería dable presentar para esclarecer el fondo filológico de la voz Mayagüez, enfado que desde luego ahorraremos a los lectores de estas líneas, para ofrecerles tan sólo, a título provisional y revocable, el siguiente análisis semántico, que nos parece el más plausible en el actual estado de los estudios americanistas y mientras rayos de luz más potente no vengan a alumbrar de lleno el intrincado problema.

La solución que brindamos es a saber: Mayagüez resulta un compuesto de ma y xagiiey, donde ma, que a veces es m-- es el frecuente prefijo negativo, igual en aruaco genérico que en taíno. Con respecto al segundo elemento, xagiiey, no seremos tan parcos.

Xagiiey significa corrientemente manantial, pozo o aljibe natural. Con todo, Casas aplica especialmente el vocablo a unos hoyos en tierras o mesas de peñas o lajas, ásperas aunque llanas, los cuales alcanzaban una profundidad de dos o tres palmos y solían contener agua potable de excelente condiciones. El fondo de estas cavidades era de un barro colorado o bermejo de sorprendente fertilidad (Casas III, 409). En otro lugar (II, 169) el mismo autor, sin aludir para nada al factor agua, se refiere a “ciertas entradas o peñas, que llaman xagueyes los indios”.

Del nombre de Mayagiiez ante la filología AruacaEn la carta del Licenciado Zuazo a M. de Xevres, fechada en Santo Domingo a 22 de enero de 1518, quéjase el autor de que se habían mandado a comarcas de aguas delgadas y de fuentes y ríos fríos, a indios acostumbrados a beber, “aguas de jagueyes, que así llaman las balsas de agua llovediza, é otras aguas gruesas” (Documentos de Indias I, 309-310). En la Descripción de la Villa de San Jaime, en el actual Estado Zamora, en Venezuela, correspondiente al año de 1769, se emplea la grafía yaguelles [Altolaguirre, Relaciones Geográficas, p. 91].

La x inicial de xagiiey indica el sonido de sch alemana, sh inglesa y ch francesa de chambre, de acuerdo con la pronunciación de la época. Esta x, en las voces taínas que han pasado al español, se ha transformado en la generalidad de los casos en la j de hoy, y con esta inicial adopta la palabra xagiiey el Diccionario de la Academia, que, por lo demás, omite toda referencia al origen y etimología de la voz. Naturalmente que la g no existía propiamente en los dialectos aruacos, sino que fué insertada por los primeros cronistas con miras eufónicas.

A primera vista pudiera pensarse que xagiiey, es una forma en statu constructo del aruaco genérico wúin, que significa agua; pero a pesar de que se trata de una etimología incierta, nos parece verisímil, teniendo en cuenta las características del terreno y el fondo mismo de los xagiieyes a que con tanto énfasis, como hemos visto, alude Casas, referir el parentesco de la voz a la dicción wáija u ouaia, también del aruaco genérico, que importa barro, que usaban en la cerámica los indios de esa nación.

Y acaso sería mejor enlazar la palabra que examinamos con ciertas voces de dialectos aruacos que significan hoyo o cueva y que no obstante su terminación parecen estar libres de sufijos pronominales o partículas expletivas que pudieran restar valor a la comparación lexicográfica. Cf. En carútana, hoyo o cavidad, haráua; en tariana, makáyawa o hipaíaua, lo mismo, e hipataíyaua, caverna o gruta.

Si se le suprime a estas dos últimas voces tarianas el elemento característico hipa, hipata, que significa piedra en dicha lengua, la porción remanente, determinativa de cavidad o gruta, concuerda marcadamente con nuestro taíno xagiiey.

Dentro del rigor, pues, de las leyes filológicas, y excluyendo la posibilidad de alguna remotísima antífrasis, acaso el nombre de nuestra ciudad no extrañe más significado que el de ausencia o escasez de manantiales, o para hablar más genéricamente, de xagiieyes. En lo atinente, en cambio, a la ortología, hay mayor certeza: la denominación fluvial aquella, que luego vino a ser la de la urbe, es una voz aguda que pronunciaban los indios de Boriquén así: Maiauesh.


* Este artículo fue publicado en el primer número de la revista "Mayagüex", de la Escuela Superior de Mayagüez en el año académico 1938-1939, páginas 7 y 8.