La saga de la familia Cesaní

La saga de la familia CesaníDe cómo unos italianos radican en la isla caribeña de Puerto Rico o de cómo un descendiente pierde la fortuna en una pelea de gallos para rescatarla, hasta convertir su imperio en un símbolo de Mayagüez.

La saga de la familia Cesara se remonta a un puerto de Raguza en Italia y dos hermanos en busca de oportunidades en América, específicamente en una isla llamada Puerto Rico.

Esta isla les ofreció las oportunidades de desarrollarse en su especialidad, eran constructores de chimeneas. No de las de quitar el frío, sino de las que usaban los trapiches de caña.

Fue una travesía tumultuosa que terminó en Puerto Real en 1795. Llegaron junto con otras familias, como los Barlettas y los Carlo. No tardaron en darse cuenta de que era una isla bastante pobre, donde les contaron de las riquezas del Virreinato del Perú. El mayor de los dos se fue para Suramérica y el segundo, Félix, decidió echar raíces en Puerto Rico.

De Félix Cesaní y de sus tres hijos: Félix, José Ramón y Carmen provienen todos los Cesaní. Félix se casó tres veces y fue el mayor aportador del apellido. Carmen se casó con el Conde Cámara y sus descendientes se mudaron a México y son ahora de apellido Moreno y De León. José Ramón dejó la línea de agricultores y ferreteros de Mayagüez. Uno de sus hijos, Antón, se casó con la hija de Juancho Bascarán, el héroe mayagüezano asesinado en 1898.

Soy hijo de José Ramón Cesaní

Como provengo de José Ramón, caminaré por este linaje. Los Cesaní se establecieron en unas fincas cercanas al antiguo San Germán, en la playa, en la desembocadura del Río Añasco. Una parte de la finca era Añasco y otra en el futuro pueblo de Mayagüez.

Mi bisabuelo fue hijo del mencionado Ramón José, mejor conocido como Don Mon, quien se mudaba con todas sus pertenencias a unas casas donde se quedaban hasta que recogían todos los cultivos a ambos lados del río. Esto ocasionó que algunos de sus hijos nacieran en el lado añasqueño. Sin embargo, decidió bautizarlos en la entones iglesia de la Candelaria para que fueran parte de la ciudad grande que estaba emergiendo.

Su padre tenía una cantidad de cuerdas de tierra que luego pasaron a ser de los Ramírez de Arellano y, eventualmente, del aeropuerto de El Maní. Aun así, apostó dichas tierras al gallo de su cuñado en una pelea de espuelas y tuvo que honrar su palabra y otorgar las tierras al ganador. La familia quedó en la ruina. Su hijo juró reponer esa pérdida familiar en lo que quedaba de su corta vida.

De cómo inicio la familia y el negocio

La saga de la familia CesaníDon Mon se casó con Venancia Nieto, de familia añasqueña, quienes siempre habían tenido negocios en fincas, ferreterías y mueblerías. Ella fue su verdadero tesoro en la conciencia del manejo del dinero y no la leyenda de un supuesto tesoro del corsario Cofresí en la finca del Maní. Esta finca fue para cultivo variado de subsistencia, como lo fuera la mítica planta de maní para uso comercial. Se sembró café, sembraron árboles de chinas (naranjas), tan viejos como que eran descendientes de los que se enviaron a la Isla de Mona.

Nunca faltaron leyendas de entierros de monedas que solo pueden ser reclamadas por personas que el vigilante espiritual autorice. Además de casas embrujadas donde los muebles salían solos por las ventanas con la conclusión de derrumbarla, ya que el cura del área no pudo hacer mucho.

Sí había dos cruces con unos nombres muy particulares, Fantasma uno y dos, que eran dos gallos de pelea que le dieron mucho dinero a Don Mon, lo que le permitió comprar más tierras. Así desarrolló la vaquería, Cesaní Dairy.

Él mismo las ordeñaba y repartía la leche en el área del barrio La Concordia, donde tenía su casa en unas tierras que luego le fueron expropiadas para construir los muelles y el caserío.

Ramón tomó una decisión, no quería que sus hijos fueran agricultores como él y los integró a trabajar en comercios de esa época, sin sueldo. Esa era la manera de graduarse de comercio, ya que eso no se enseñaba en las universidades. Pepe, su hijo mayor, fue contable de los Cabanillas, quienes eran importadores de productos en la playa de Mayagüez.

Ricardo, Kayin empezó con las ferreterías Mir Suau en la Playa y su hermano menor Eugenio, Geño, con los Mir Suau también, pero en el pueblo. Eran trabajos de cuello blanco que no los eximan de darle la mano a su padre en la finca del Maní. Sucedió que los socios Mir Suau decidieron dividirse y los Cesaní pasaron a ser gerentes de ambas tiendas.

De muerte súbita el 6 de enero

La saga de la familia CesaníUn día de Reyes, Don Mon decidió dar un paseo en su carro hacia El Maní con Pepito, su primer nieto, cuando sintió un fuerte dolor de pecho y decidió alinearse al borde del camino en lo que le pasaba. Cambió de parecer y regresó a su casa con su nieto de cuatro años. Se acostó un rato y se sintió mejor. Entonces, decidió cortar unas plantas y fue ahí que le dio el ataque fulminante. Lo recogieron y lo llevaron a la cama. Mandaron a buscar a su doctor de cabecera, el doctor Perea, quien certificó su defunción.

Había dejado a la viuda con seis hijos a los cincuenta y siete años. La situación obligó a sus hijos a madurar de forma vertiginosa. Dejó cuarenta cuerdas de tierra en El Maní, a las que se le conoce como las cuarentas originales porque las restantes fueron agregadas por diferentes compras y por la herencia de los nietos en las cercanías de Añasco.

Le auguran la ruina y pasa lo contrario

Kayin y Geño tomaron una decisión osada al comprar una ferretería en quiebra en la calle Méndez Vigo y del Río, donde está la actual tropa 55 de los Boys Scouts, la más antigua de Puerto Rico.

Les presagiaron un mal futuro por ser un local comercial salado por la suerte. Las ferreterías en ese entonces eran más una tienda por departamentos que el concepto actual de varillas y cemento. Gracias a su experiencia y al carisma de los jóvenes, la pequeña empresa les empezó a generar ganancias.

Del lado de Pepe le surgió una situación poco usual. Resulta que los Cabanillas habían recibido un gran envío de víveres en la bahía de Mayagüez. Su barcaza Chiquinquirá fue a cargarse del barco anclado en la parte profunda de la bahía. Para ahorrarse los viajes, la cargaron hasta el tope con todo y los marinos sentados encima del cargamento, como era la costumbre de aquella época.

Lo que no esperaban es que no estuviera bien balanceada y se fue de lado hasta hundirse en el medio de la bahía con toda la mercancía. Los Cabanillas, que trataban a Pepe como un hijo, le anunciaron el cierre de la importadora ya que todos los ahorros estaban invertidos en ese embarque. Entonces, Kayin le pidió a Pepe que fuera su contable en la ferretería y mudaron a la madre viuda a la desaparecida casa de la calle Méndez Vigo.

Ante el éxito de la pequeña ferretería en la Méndez Vigo, les llegó la oferta de un local en el edificio más moderno de Mayagüez que colindaba con ellos y que en los altos tendría la mítica estación de radio, WPRA. La mudanza a esa esquina frente a la Plaza de Colón les abrió oportunidades nunca antes esperadas.

Siendo auspiciador de sus vecinos de arriba conoció a Libertad Lamarque y se convirtieron en anunciantes de los Indios de la Liga de París. Los peloteros escogían su parafernalia de béisbol a crédito, en el existente departamento de deportes.

Una mujer al mando de la empresa

En ese entonces surgía, como nuevo foco económico el antiguo Camino Nuevo, la Post. Era tiempo de no estar pagando rentas a otros y compraron un viejo local de madera en aquella calle. Construyeron un moderno edificio al estilo art deco que tan de moda estaba en esos tiempos. Mantuvieron así dos locales en el mismo pueblo por un tiempo.

Estrella, la hermana, manejaba el de la plaza. En tiempos en que las mujeres jamás aspiraban a ser gerentes de negocios típicos de hombres, Estrella se convirtió en una. Así mismo sería con sus otras dos hermanas. Lalín Cesaní fue maestra en el sistema público de enseñanza, y Cambu Cesaní, manejó los negocios de su esposo en la Casa Asad, que eventualmente cerrara. Se casó con un militar americano llamado Lester Sailer, adscrito a la base militar de comunicaciones del Cerro de Las Mesas, ahora conocido como CROEM. Manejaba la ferretería, pero a primera hora de la madrugada se iba a ordeñar al Maní y distribuía la leche en las casas como Cesaní Dairy.

La saga de la familia CesaníEsta vida no los limitó a emprender en la peculiar compra de unas tierras pantanosas por donde antiguamente pasaba una quebrada que secaron los desarrolladores del legendario Ensanche Martínez.

A ese terreno se le adjudicaban entierros de personas asesinadas y de personas desaparecidas en la ciudad. En algún momento fue un parque de pelota, pues siempre se permitió que la familia de la comunidad del Maní usara el cocotero con ese mismo fin en lo que es ahora el complejo deportivo de ese barrio.

El agua salada dañó los cultivos

En esos tiempos el gobierno, en su afán de sembrar caña, quiso obligar a los terratenientes de la central Igualdad y a la finca Cesaní a canalizar las aguas que inundaban el valle. Los demás terratenientes reclamaban que eso lo hicieran con fondos del gobierno. La familia Cesaní decidió hacerlo de su bolsillo, pues de esa manera se ayudaba a que fuera más habitable el área de la Mora y al conectarlo al estante de la Boquilla, que ya estaba siendo estrangulado por su mangle, se expandió tierra adentro. Ocurrió, sin embargo, un efecto devastador sobre las tierras fértiles, pues al entrar agua salada las dañó para el cultivo.

La demolición de la casa de la abuela Venancia

El primer edificio que se construyó en la calle Post fue esencialmente para la ferretería, con dos pisos restantes como almacén. Visualizaron el crecimiento de la universidad, el Colegio de Agricultura y Artes Mecánicas (CAAM). Fue por eso que compraron una vieja casa en la Méndez Vigo y construyeron un edifico de cuatro pisos que fue utilizado por muchos años por una institución pionera en la educación nocturna, el “City College”, que eventualmente convirtió en el ICPR Junior College.

En el primer piso estaban el doctor Vicenty y Ortiz Electronic. La necesidad de un local más grande para la ferretería se hacía inevitable. Se tomó una decisión dolorosa para la familia, utilizar el terreno de la vieja casona donde vivía la matriarca de la familia, doña Venancia Nieto.

Su demolición y eventual construcción del edifico con capacidad, no solo comercial, sino de viviendas, aumentó el volumen de habitantes y el comercio en una calle que ya estaba dando señales de una juventud deseosa de mudarse a los nuevos inmuebles del Ensanche Martínez.

Los Cesaní rechazaron la política por sus clientes

En diez años la familia tenía un rol muy activo en la sociedad. Don Pepe llegó a la asamblea municipal, Don Kayin estuvo en el comité de proyectos de infraestructura y Don Geño como voluntario en el cuerpo de bomberos.

No faltaron las invitaciones, de ambos partidos mayoritarios, para que se postularan para puestos electivos, incluso para la alcaldía. Pero siempre hubo el temor de la repercusión que ello tendría en los clientes que visitaban sus negocios, por lo cual prefirieron no hacerlo.

Había prejuicios en su contra, les llamaban los “americanos”, por su apariencia y por el nombre de su negocio: Cesaní Hardware. Quienes criticaban desconocían que Hardware no era un esnobismo para impresionar con un nombre en inglés, era el apellido de la abuelita.

Cooperativistas y pioneros del bono de Navidad

Durante sus casi cincuenta años la ferretería Cesaní Hardware fue pionera en varios campos, como la implementación del bono navideño por voluntad propia, la fundación de una cooperativa interna de empleados y un sistema de crédito ampliado, que vino a ser a la larga su peor enemigo. También generó empleos de ocho horas diarias para muchos jóvenes recién salidos de la escuela superior, que se retiraron peinando canas.

Se crearon familias respetables de profesionales, como lo fuera la del congresista puertorriqueño de Nueva York José Serrano, cuyo padre fue gerente por muchos años.

La ferretería de mis ancestros llegó a ser la ferretería más grande del oeste de Puerto Rico con líneas exclusivas como Rust Oleum y Kohler. Le dio prestigio a la ciudad que la vio nacer.

Ante esa necesidad de expansión se creó una segunda torre hacia la calle De Diego. Se ampliaron los almacenes, estacionamientos y se dio el efecto catalítico para el Ensanche Martínez. A tal punto fue esta influencia que los vecinos reclamaban el paso por sus pasillos que comunicaban con la calle Méndez Vigo, pues les ahorraba la vuelta al bloque hasta llegar al Colegio de la Milagrosa.

La saga de la familia CesaníLo de los enterramientos clandestino nunca se confirmó

En su construcción no se encontró ni un solo hueso de los que reclamaban que había un cementerio “clandestino” en sus tierras pantanosas.

Esa condición obligó a utilizar lo último en ingeniería con una gran zapata flotante para la torre De Diego, donde anteriormente hubo un almacén de un piso.

A finales de los ochenta se visualizó una ferretería en la carretera número dos con espacios de alquiler bajo el nombre de Cesaní Plaza. Este proyecto se quedó en planos ante las nuevas empresas de desarrollo de urbanizaciones en la que algunos de los hijos de los hermanos Cesaní estaban involucrados, como fue Paseo Los Robles y Playa Almirante en Añasco.

Esa vertiente de la familia aceleró el proceso para su cierre por reclamación de partitura y acciones. Algunos empleados plantearon seguir la cooperativa como un ente individual como CH-Coop. Estos también exigieron su parte de esas acciones. Lo importante no fue su cierre, sino los frutos que surgieron del mismo. Una cantera de profesionales y negocios en sus inmediaciones.

Los Cesaní llegaron a invertir en negocios alternativos, como en el Banco Comercial de Mayagüez y en gas licuado, sin mucho éxito a largo alcance.

El paso del huracán Hortensia hizo un gran daño a la finca de El Maní y a su industria lechera Cesaní Dairy, que le vendía su cuota de leche a la Mayagüez Dairy de Don Manolo Sánchez. Fue con estos con quienes había creado la cooperativa de ganaderos, donde ubica actualmente el CESCO en la carretera número dos.

Comenzaron, además, los productos Indulac. También empezaron en la finca las primeras inseminaciones artificiales a vacas a nivel comercial, estudiantes de agronomía del RUM visitaban la finca continuamente.

Ayudante sin cobro fue en sus inicios como veterinario, el doctor Ignacio Pino, quien exploró las fronteras de la ciencia y quien posee una innovadora industria de la nueva medicina para la cura del VIH con potencial para ser el primer premio Nobel en ciencia de la isla.

Objeto volador no identificado

La finca estuvo plagada de aterrizajes forzosos de sus vecinos del aeropuerto Eugenio María de Hostos, de eso daba cuenta el entonces periódico El Imparcial. Uno de esos informes de prensa hablaba del aterrizaje forzoso de un objeto volador no identificado que dejó un área del cañaveral quemado en forma de círculo.

De esta familia han salido profesionales en distintos campos, como lo fueron los Ramón Cesaní González como abogado, ganadero, oficial en Vietnam y evaluado para pertenecer al Tribunal Supremo de Puerto Rico en los años noventa. De igual manera, Eugenio Cesaní, contable, ferretero y ganadero. Así también el ingeniero José (Pepito) Cesaní Bellaflores, quien diseñó los edificios Cesaní y parte de la carretera número dos, presidió la Cámara de Comercio, los Rotarios, Cámara Junior, fue oficial del ejército y aparece en el salón del deporte del RUM, como atleta.

Un fuego devastó las partes primarias de los edificios Cesaní, pero en Mayagüez los fuegos no son señales de fin sino de principios.